El retroceso
de los hielos abre el paso a riquezas enormes y a un gran desastre ambiental.
Parece un
cuento. Uno con final incierto y no se sabe cuán feliz. Hubo un lugar enorme,
de 14 millones de kilómetros de extensión, que por siglos contó con la
protección de monumentales guardianes de hielo. Para su fortuna, tan fuertes
eran estas moles que nadie osó acercárseles. Así fue durante centenares de
años. Pero nació el hombre voraz, ese que se creía Dios y se convenció de que
todo lo podía. Y lo pudo. Por su consumo desmesurado y su arrebato de
necesidades creadas, en poco más de dos décadas cambió lo que siglos de
historia no habían hecho. Y la naturaleza lo resintió. El sol empezó a fundirlo
todo.
Hoy los
guardianes de hielo no asustan a nadie y los ávidos exploradores se apropiaron
del mar. No solo están creando una ruta que conectará a Europa con Asia, sino
que explotarán el 30 por ciento de petróleo que aún no ha sido hallado, junto
al 13 por ciento de gas que se sabe oculto en el fondo helado. Estos 'piratas'
conocen el tesoro congelado que hay en esas profundidades y están buscando la
forma de hacerse con él. Tanto es así, que ya no son apocalípticas las
predicciones de posibles guerras que se desaten en estas aguas, por estas aguas
ricas.
Esta es
la historia del Ártico. Un lugar que hoy es territorio estratégico para las
naciones vecinas al mar gigante: Estados Unidos (Alaska), Canadá, Noruega,
Dinamarca y Rusia.
La
geografía cambió. Basta ver los mapas de 1979. El casquete polar -esa mancha
aplastada de hielo que veíamos en el mapamundi- medía más de 6 millones de
kilómetros cuadrados. Por el acelerado cambio climático, bastaron 28 años para
alcanzar la etapa más crítica de su historia, y puede empeorar: 1,6 millones de
kilómetros cuadrados menos del promedio anual del período 1979-2000. Se
derritió. Y está lejos de recuperarse. El descongelamiento de los glaciares
hace prever que en el 2040, durante el verano, estas aguas podrán ser navegadas
sin inconveniente.
Descongelamiento
galopante
A este
ritmo, dicen expertos como el oceanógrafo Carlos Duarte, en 90 años el nivel de
los océanos del mundo tendrá una elevación de 1,6 metros de altura. Como
consecuencia, puede alterarse el balance energético del planeta, con lo que se
modificaría el régimen térmico del globo: más agua dulce en el Atlántico
producirá mayores corrientes marinas y cambios de temperatura regionales.
Según un
estudio canadiense, el hielo de algunas bahías de ese país (como la de la bahía
Hudson) se está derritiendo, en promedio, tres semanas más rápido que en la
década de 1970. Asimismo, según la organización Ocean Sentry, cada año
desaparecen entre 150 y 250 osos polares, lo que rompe una cadena biológica que
pone en riesgo a otras especies. Y si el plancton ártico -esa masa vegetal que
está bajo el agua- pierde su capacidad de absorción del dióxido de carbono,
puede crear el efecto contrario y transformarse en fuente productora de CO2.
Esos
temores ecológicos, sin embargo, son menores -y lejanos para muchos- frente al
poderoso polo de desarrollo en el que se puede convertir esta zona del mundo.
Se estima que las reservas petroleras del Ártico son de 90 millares de barriles
de petróleo. Y que la falta de barreras de hielo permitirá conectar el mundo de
formas soñadas.
El
deshielo "va a permitir extraer gas y petróleo del fondo marino, sacar
minerales, acceder a nuevos bancos de pesca, aumentar las rutas de transporte e
incrementar el turismo y el tránsito de personas", decía recientemente
Karsten Klespvik, embajador noruego ante el Arctic Council, organismo veedor de
la región -aunque sin suficientes herramientas de control y sanción-. A este
país, en especial, le interesa que continúe el derretimiento, pues hoy cuenta
con el segundo puesto en exportación mundial de gas y el séptimo en petróleo
-principalmente del mar del Norte-, lugar que mejoraría si pudiera acercarse al
norte y explotar el Ártico.
Las rutas
marítimas también son un provocativo negocio. Si en la actualidad el transporte
de carga marítimo Europa-Asia a través del Canal de Suez se toma 35 días de
recorrido y 23.000 kilómetros de distancia, la Ruta Marítima del Norte (RMN),
por el mar Ártico, reduce a 11.500 kilómetros la distancia entre los dos continentes.
Y lo hace en 10 días menos. "Esta ruta puede llegar a rebajar la distancia
entre Europa y los países de Extremo Oriente en casi un 40 por ciento, o a
disminuir en lo mismo los costes del transporte del petróleo obtenido en el
norte de Rusia", explica el profesor Antonio Sánchez Andrés, del
departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia.
Oportunidad
de negocio
¿Interesados
en la región? Todos. Rusia, por encima de cualquiera de los otros países
árticos, aunque ya la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton,
estuvo recorriendo la zona y haciendo evidente el interés de su país por
extender y explotar al máximo los recursos de Alaska (10 por ciento de la
producción petrolera estadounidense proviene de allí). No obstante, la mayor
parte de la población de la región es rusa, con 1'980.000 habitantes. En la
lista siguen Alaska (649.000), Noruega (380.000), Islandia (288.000), Suecia
(264.000), Finlandia (201.000), Canadá (130.000) y Dinamarca (57.700).
El primer
ministro Vladimir Putin ha dicho que hay "intereses económicos y
geopolíticos muy serios que se entrecruzan en el Ártico" (y como el 18 por
ciento de su país se encuentra en esa zona, hará valer sus derechos). Si bien
ha agregado que hay que evitar a toda costa cualquier posible enfrentamiento,
fue el primero en dar la orden para que en el 2008 se restableciera el sistema
de patrulla con embarcaciones militares por la región, algo que desde hacía 15
años había cesado. También presentó su plan de acción militar y la conformación
de una flota militar en el Ártico -con aviones patrulleros de largo alcance-,
que estará completa en el 2016. De igual modo, está remozando la flotilla de 15
rompehielos atómicos con los que contaba el país en tiempos de la URSS y está
construyendo seis nuevos barcos para 'limpiar' las aguas. Su interés va en
serio.
Acogiéndose
a la Convención del Mar de las Naciones Unidas (de 1982), que, bajo la
presentación de pruebas, permite que los países vecinos a un cuerpo de agua puedan
reclamar propiedad nacional y derecho de explotación en aguas territoriales,
Rusia busca ampliar su área de acción en 1,2 millones de kilómetros en el
océano Ártico.
La
Agencia Internacional de la Energía advierte que en el 2035 la humanidad necesitará
44 por ciento más de gas, por lo cual un terreno virgen como el Ártico no puede
más que desatar codicia. A cualquier precio. No importa que muchos de los
elementos capaces de provocar inestabilidad y cambios bruscos en el planeta
estén en esta región, como el calentamiento del agua, el aumento del nivel del
mar, la liberación de grandes cantidades de gases de efecto invernadero y de
sedimentos tóxicos marinos que se mantenían a raya por estar congelados, la
modificación de corrientes marinas y el aumento de la temperatura regional, con
su consecuente posibilidad de incendios a gran escala. Ningún buen augurio. Ni
siquiera si fuera solo un cuento.
Amenaza
no sería tan veloz
Un grupo
de científicos daneses acaba de anunciar que el miedo actual sobre un punto de
no retorno en la desaparición del hielo del Ártico puede ser exagerada.
Afirman
haber estudiado que los cambios en los sistemas de vientos pueden reducir la
velocidad del deshielo.
Osos
polares voraces
Por
hambre, cada día serán más peligrosos.
El
deshielo está haciendo que los osos polares cambien sus hábitos y se tornen
violentos por física hambre. Aunque son animales que hibernan durante largos
periodos de tiempo de sequía (meses), cuando llega el invierno y no encuentran
el alimento, normalmente focas, en las orillas de los mares helados, es
inevitable que por desespero busquen su presa tierra adentro. Recientes
episodios demuestran este fenómeno que tiene en jaque a esta especie animal, a
la que cazan por miedo a los ataques. Solo hace un par de semanas un oso mató a
un joven británico en Svalbard, Noruega, e hirió a cuatro personas más.
Mientras más se pronuncie el verano, más peligrosa es la situación con los
osos, pues entre menos área de hielo haya, más hambrientos estarán.
Greenpeace,
al ataque
El pasado
17 de junio, Greenpeace escaló una plataforma petrolera en Groenlandia para
reclamar la suspensión de las perforaciones de crudo en el Ártico. La misión, a
cargo de Kumi Naidoo, le mereció a la organización activista una multa de
50.000 euros por violación de la zona de seguridad de la plataforma. Además de
las perforaciones petroleras, organizaciones humanitarias y ambientales han
reclamado por la gran cantidad de ensayos nucleares que se practican en la
región Ártica. Solo en tiempos de la Unión Soviética (de 1955 a 1990) se
detonaron 88 bombas atmosféricas, 29 subterráneas y tres subacuáticas. De ahí
en adelante, estallan como parte de pruebas sísmicas y de minado.
Pero las
manifestaciones no han cesado. El 18 de julio, más de 60 activistas de la
organización medioambiental, muchos de ellos disfrazados de oso polar,
ingresaron a la sede internacional de la petrolera Cairn Energy, cuya base es
en Edimburgo, para buscar una copia de los planes de contingencia de la
compañía en caso de que hubiera un derrame petrolero en las aguas profundas del
Ártico. Buscaban denunciar que dicho documento, obligatorio, fuera presentado a
los empleados de la compañía, que dijeron no conocerlo.
La más
reciente protesta de los ambientalistas se dio el pasado 17 de agosto, al
conocerse el derrame de crudo en el mar del Norte por parte de la Royal Dutch
Shell, plataforma en la que se filtró petróleo por más de una semana.
Aproximadamente 218 toneladas de crudo se colaron en el mar. "Está claro
que Shell será criticada por ofrecer tan poca información a la opinión
pública", explicó el director de World Wide Fund (WWF) para Escocia,
Richard Dixon. Asimismo, Per Fischer, de la organización escocesa 'Friends of
the Earth', cree que todavía no se conoce la magnitud de lo que ha ocurrido en
el mar del Norte.
"Por ahora disfrutemos de una taza
de café y que tengas un buen día…"
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